Todo lo que sucede en Ciudad del Vaticano está estrictamente reglamentado y el fallecimiento de los papas no es la excepción.
Desde el momento en que muere un pontífice, todo debe hacerse como marca la normativa vaticana. Aunque Benedicto XVI era papa emérito al morir, se seguirán prácticamente los mismos rituales, con excepciones: no hay concilio, pues ya hay un papa en activo, Francisco. Tampoco hubo que destruir el Anillo del Pescador, símbolo del poder papal, pues lo porta su sucesor.
En los primeros siglos, para saber si el Papa había muerto el médico aproximaba a sus labios una vela encendida. Si la llama se movía significaba que aún conservaba un hálito de vida.
Las primeras imágenes mostraron el cuerpo de Benedicto XVI con casulla roja, un rosario en sus manos, el anillo que portó como papa emérito y sobre su cabeza la mitra.
En cambio, no lleva el palio, la estola de lana blanca con cruces negras símbolo litúrgico de jurisdicción. Su antecesor, Juan Pablo II, sí lo llevó en su capilla ardiente en 2005.
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Las normas vaticanas marcan que el pueblo tendrá derecho a despedir al jerarca fallecido, para lo cual el cuerpo es debidamente preparado.
Por lo general, los papas son sometidos a proceso de embalsamamiento. Durante esta etapa, esta estrictamente prohibido fotografiar al Papa muerto. El camarlengo, que es el cardenal de la Iglesia que preside la Cámara Apostólica, el que administra el tesoro pontificio, certifica la muerte del Papa y convoca al cónclave para elegir al sucesor, podrá dar permiso para fotografiarlo, una vez que ya esté vestido con los hábitos pontificios (sotana blanca, amito, roquete de encaje, manípulo, estola, la casulla y la mitra).
La mayoría de los papas recientes han sido embalsamados, incluidos los cuatro últimos antes de Juan Pablo II: Pío XII, Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo I: Pío XII, Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo I. En algunos casos, el cuerpo es tratado con formol antes de mostrarlo al público y es hasta después cuando se le embalsama.
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Sin embargo, no todas las técnicas funcionan igual. En 1978, el cuerpo de Pablo VI “adquirió un tinte verdoso”, con un fuerte olor que obligó al personal a colocar ventiladores durante los días que fue mostrado al público. El cuerpo de Pío XII se ennegreció y luego se desintegró en el ataúd.
Después de ser mostrado en público, el cuerpo del Papa es colocado en un féretro de ciprés forrado de terciopelo carmesí y encajado en otro de plomo de cuatro milímetros de espesor, a su vez encajado en otro de madera de olmo barnizada.
Además, ciertas partes del cuerpo son conservadas cuidadosamente para su “futura veneración”. Una vez terminados los funerales, los papas son enterrados en las grutas vaticanas. El de Benedicto descansará en el que se había dispuesto para Juan Pablo II, vacía desde que el cuerpo de este fuera expuesto en la superficie del templo, en mayo de 2011.
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